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Robinson Pedroza Jiménez

La pandemia indudablemente ayudó al aumento de la capacidad del sistema de energías renovables, con un crecimiento del 300% en promedio a nivel mundial. Sin embargo, ese crecimiento no es suficiente para desplazar la demanda y consumo de hidrocarburos a mediano y largo plazo.

Con base en datos de la Agencia Internacional de Energía, la reducción de emisiones en el 2020 fue de 6.3% aproximadamente, y esto se debe casi en su totalidad a los cierres de actividad productiva en las economías mundiales. Así que el reto es, una vez reactivadas las economías, es el de seguir reduciendo huella de carbono en los mismos niveles durante las próximas décadas, pero al mismo tiempo, complementar los sistemas de energía solar y eólica, reestructurando el nuevo rol de la industria petrolera desde el punto de vista de eficiencias, estrategias de desarrollo sostenible y consolidando proyectos complementarios como hidrógeno azul y verde, geotermia, captura de carbón, entre otros.

Vale la pena analizar el fenómeno de crecimiento económico, demanda y consumo energético de países de la OCDE con respecto a países no OCDE, ya que sus matrices energéticas no necesariamente coinciden con los objetivos de carbón neutro en 2050. En los últimos 5 años se ha visto un aumento de la capacidad de refinación, sobretodo en países que no pertenecen a la OCDE, y es importante resaltar este hecho, ya que la estructura de costos y objetivos de estos países no es la misma que los de la OCDE, y los datos muestran que, desde hace 10 años el volumen de consumo de hidrocarburos de los países OCDE se viene reduciendo, haciendo que cambie la elasticidad en la capacidad instalada de petroquímicos para estos países, conllevando  a cierres operacionales de refinación, mientras que los países no OCDE crecen en su capacidad. Todo esto está generando un cambio en el panorama de refinación en hubs claves, como el golfo de México en Estados Unidos, por ejemplo.

En el caso de China, a pesar de que su economía solo creció en promedio 2% durante la pandemia con respecto a otros años, se vio un aumento en el consumo intensivo de carbón e hidrocarburos.

Las importaciones en China de LNG (gas natural licuado) en el 2020 aumentaron un 13%, con volúmenes récord de casi 68 millones de toneladas.

 

Esto hace que el mercado de China y el asiático en general sea supremamente atractivo, y para los intereses de Colombia, el nombre del juego se debe llamar LNG, donde se complemente con el resto de productos petroquímicos que el país ya exporta a esos mercados.

Como siempre digo en mis columnas, el gas es el puente y el destino de la transición energética del país, y bajo esta coyuntura de reactivación económica, es imperativo atacar ambos frentes, el de no renovables a través de una estrategia agresiva de comercialización de LNG y petroquímicos en el mercado asiático y, a su vez usar el gas natural como una de las herramientas para generación de energía renovable.

Finalmente, ya entrando en el terreno de transición energética, las cifras del acuerdo de París, el Banco Mundial y la Agencia Internacional de Energía, entre otras, han mostrado en la última década un aumento en la capacidad instalada mundial de proyectos eólicos y solares. Es más, en el 2020 esta capacidad se ha duplicado, llegando a 117 Gigawatts para el eólico y un poco más de 120 Gigawatts para el solar respectivamente, pero este crecimiento necesita de una industria de hidrocarburos preparada a complementar la matriz, produciendo sosteniblemente y ajustada a los objetivos ambientales, y de esa forma crear sinergias, donde las empresas masifiquen el acceso a la energía al menor costo posible.

Para el caso de Colombia, la fusión Ecopetrol-ISA toma un papel preponderante, ya que al interconectar el país con todo lo que la canasta ofrece dentro de la matriz energética y, teniendo en cuenta las necesidades y condiciones geográficas, no sólo se podrá ser un proveedor de energía, pero también convertir al sector en líder para el fortalecimiento del aparato productivo a nivel rural. Solo imaginen la potencia que tendría la economía colombiana si logramos integrar energéticamente al país, cuántos emprendimientos podrán surgir, crear empleos y generar progreso.

P.D. No sé ni que pensar sobre lo que está pasando en el país, cuando las discusiones y decisiones parten de hacer mociones de censura a ministros para alimentar egos, o hablar de Dios y el diablo en campañas políticas, y hasta arriesgar la salud pública proponiendo la legalización de drogas recreacionales. Todo esto mientras el tejido social está en espera de respuestas para reducir la pobreza e inequidades. Definitivamente este país dogmático se enfoca en lo cómico y se olvida de lo económico.

https://www.kienyke.com/, Bogotá, 14 de septiembre de 2021.

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