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John Mario González 

En siete meses de 2021 hubo tantos contratos como los que Peñalosa suscribía en todo un año.

La denuncia de Semana sobre el desgreño administrativo en Canal Capital, como trinchera de activistas políticos, y los multimillonarios gastos de Claudia López en fábulas comunicativas son apenas la punta del iceberg del clientelismo, el caos y el retroceso histórico que sufre Bogotá.

El clientelismo es de tales dimensiones que el año pasado se rompieron todos los récords de contratos de prestación de servicios, con 84.501. Al analizar bases de datos de la Contraloría de Bogotá, en los siete primeros meses de 2021 la alcaldía llegó a la misma cifra de contratos que todos los que Enrique Peñalosa suscribía en un año, como los 69.399 de 2019. Por si fuera poco, el 99,7 por ciento de los contratos de prestación de servicios son directos.

De tal suerte que los 154.000 contratos de los primeros 19 meses de desgobierno les han costado a los capitalinos 3,6 billones de pesos y la cifra va para arriba, eso sin contar las plantas temporales de funcionarios que se han aprobado. Un exministro, por ejemplo, entre el 2020 y lo que va de 2021 ha firmado 10 contratos como persona natural y 12 con su empresa, para un total de 4.156 millones de pesos. Algunos de esos objetos contractuales, por demás, son generales y abstractos. ¿Para qué servirán entonces los 65.000 o 70.000 funcionarios de planta del Distrito? Y con razón no hay plata para tapar los huecos que denunció Mario Hernández, porque, mientras miles de bogotanos aguantan hambre, en la alcaldía de Claudia López a sus amigos les dan contratos de 33 millones o 2 o 3 contratos al año. Pobrecitos.

La desfachatez de quienes llevan años exprimiendo las banderas del anticlientelismo la retrató un artículo en Las2orillas, el 12 de febrero de 2020. Además de describir las falacias del tal programa ‘Talento no palanca’, agregaba que la senadora Angélica Lozano les dijo a los candidatos quemados al Concejo de la Alianza Verde y de otras listas que tranquilos, que todos iban a trabajar con ellas en el Distrito. Cierto o no, en efecto, la gran mayoría de los 33 candidatos no elegidos de la Alianza lograron chanfaina.

Es tal el embuste de la esposa de la alcaldesa que el año pasado presentó un proyecto de ley, el 154, dizque para reducir las vinculaciones mediante contrato de prestación de servicios, porque deben ser excepcionales; para que todas las entidades del Estado tengan topes máximos para dichas contrataciones y que, además, guarden coherencia con su nómina de trabajadores so pena de sanciones penales y disciplinarias.

Pero las pruebas de que Bogotá está a la deriva brotan por todo lado. La misma candidata que prometió que sería la jefe de Policía y haría temblar a los delincuentes no solo tiene disparados ahora los homicidios, el hurto de bicicletas y motocicletas, comparado con 2019, sino que improvisa en todo, hasta en materia de seguridad y de secretario. Al final echó mano de uno que primero fue uribista, luego santista y ahora claudista, porque es como si hubieran nacido en coche oficial.

Aunque la alcaldesa ofreció excusas por no haber entendido la magnitud de las angustias y reclamos de la ciudadanía, se le olvidó pedir perdón por el retroceso histórico de la ciudad, por tener buena parte de la responsabilidad de esas aflicciones. Se le olvidó pedir perdón por abusar del miedo cuando obligó a un cierre anticipado y prolongado con las consecuencias sociales que temía el Gobierno Nacional, como bien lo describe Ricardo Ávila en un análisis del 7 de junio de 2020. Confinamientos tan cuestionables en su efectividad, además sin pedagogía, que hasta la alcaldesa salía a comprar pizza sin tapabocas.

Así, mientras Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid en España, se convirtió en un fenómeno electoral en mayo pasado precisamente por un manejo de equilibrio de la pandemia entre salud y economía, sin encierros traumáticos, en Bogotá la destrucción de empresas, empleo, comercios y quiebras se pagarán por años. Todo un retroceso histórico por elegir al neoclientelismo y a quien confunde gobernar con un espectáculo permanente.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 02 de septiembre de 2021.

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