Ya son muchos los cadáveres que carga el señor Petro a sus espaldas desde que empezó su aciago periodo presidencial. Todos los muertos de su llamada ‘paz total’ son suyos y solo suyos, sobre todo los asesinados a manos del ELN en medio de estériles conversaciones y extravagantes ceses al fuego que solo son cumplidos por la Fuerza Pública poniendo en riesgo las vidas de sus integrantes mientras el guerrillero de la Casa de Nariño viaja en camionetas blindadas.
Días atrás, el ELN asesinó a cinco soldados en Anorí, Antioquia, que se encontraban prestando seguridad a los reinsertados de las Farc que habitan en una antigua zona de reincorporación de ese proceso fracasado que cumple ocho años, que se limitó a consagrar la impunidad para cabecillas viejos de las Farc en plan de un buen retiro y de cientos de combatientes, muchos de los cuales han regresado a las filas subversivas. Hoy, las Farc están vivitas y coleando, con múltiples ‘disidencias’, como la ‘Nueva Marquetalia’, el ‘Estado Mayor Central’ y el partido ‘Comunes’, con asiento en el Congreso.
Ha dicho un cabecilla de los ‘elenos’, el terrorista y asesino Pablo Beltrán, que ellos no van a firmar la paz con Petro porque ya no hay tiempo y no se van a limitar a que una guerrilla desaparezca sin que se den los cambios de modelo que, según él, requiere el país. Aducen que no puede haber tanta pobreza mientras que unos pocos viven bien, por lo que insisten en el chantaje de acabar con el modelo de libre mercado para poder hacer la paz. Es decir, pretenden hacer la ‘revolución por contrato’ con la ayuda de un presidente que tiene maniatadas a las Fuerzas Militares y de Policía.
En consonancia, el señor Petro considera que los que marchan en su contra son los victimarios de la violencia que ha sumido el país por décadas, los que han puesto a los colombianos a matarse entre sí para “hacer trizas la paz”, los que quieren que las hijas de los campesinos vayan a prostituirse en las ciudades. Y hace una alusión desafortunada a la política de Seguridad Democrática de Uribe —al que llama ‘dictador’— tratando de ocultar unos logros incuestionables. Con aquella doctrina volvió la paz a los territorios, se acabó con los paramilitares y se llevó a su mínima expresión a las guerrillas, revividas después por el traidor Juan Manuel Santos. Pero basta ver las estadísticas para concluir que la ‘guerra’ de Uribe nos dio la paz y la paz de Petro solo ha dejado muertos.
Y tiene razón el senador Polo Polo al reclamar seriedad sobre la cifra de las víctimas de los falsos positivos. La JEP ha lanzado olímpicamente un conteo de 6.402 asesinados entre 2002 y 2008 solo para enturbiar los logros de la Seguridad Democrática. Pero, hasta hoy, no se conoce un expediente con el nombre de cada víctima, la fecha, el lugar y las circunstancias en que fue asesinada, y todo el acervo probatorio de los hechos que permita atribuirlos a agentes del Estado. Sin embargo, tales datos no existen, lo que permite concluir que tal cifra es una ficción inventada por la JEP.
Construir mitos es una argucia que hace parte de la guerra. Recuérdese que el guerrillero ‘Martín Sombra’ declaró que la falsa masacre de Mapiripán fue un invento de las Farc para inculpar al Ejército, y que ellos tenían una formación encargada de cometer actos que le fueran atribuidos a la Fuerza Pública. A este paso, todo guerrillero caído en combate va a resultar un ‘falso positivo’. Es la narrativa que quiere construir Petro trocando la realidad, como cuando se refiere a las protestas del 2021 haciendo ver como pobres víctimas a la horda de criminales que por poco incendia al país.
Pero mientras el señor Petro se toma el dominio de las Altas Cortes comprando la elección de los magistrados, queda la esperanzadora sensación de que, como dice el refrán, “aún hay jueces en Berlín”. Como tenía que ser, un togado condenó a 18 y 20 años, por terrorismo agravado, a dos hombres que intentaron quemar vivos a 15 policías en Bogotá, en aquella asonada. Querrá Petro ponerlos en libertad, pero aquí —a diferencia de la Nicaragua de Ortega y la “copresidenta” Murillo— todavía hay separación de poderes y un país cansado de un hampón que nunca debió ser presidente.
@SaulHernandezB
Medellín, 25 de noviembre de 2024
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