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Paloma Valencia     

Petro afirmó ante la ONU esta semana que Colombia y el mundo deben dejar atrás la dependencia del petróleo y el carbón. Afirmó que son el mayor veneno del mundo. Y por supuesto, si se observa el fenómeno del calentamiento global -tal vez el más grande desafío que ha enfrentado la humanidad- podría creerse que los combustibles fósiles no nos han traído sino desgracias. Pero hace falta observar que los combustibles fósiles han sido el mayor y más importante aporte a nuestra vida.

Estas energías nos dieron movilidad no solo de vehículos, aviones, trenes, barcos.  También nos trajo el concreto -material creado por el hombre- que es lo que más usamos después del agua y con el que hemos construido la civilización moderna, junto con el acero, que también logramos gracias a tecnologías basadas en combustibles fósiles. Y por supuesto, la numerosa humanidad, ha podido alimentarse por la existencia de la urea, un abono que permitió mayor productividad de la tierra; y la urea también viene de esos combustibles. Esas tecnologías, como la de hacer el plástico, son necesarias e infortunadamente hoy no existen tecnologías que nos permitan prescindir de los combustibles fósiles para fabricar concreto, acero, plástico o urea. Y es evidente que el mundo no puede prescindir de ellos aún.

Decidir que no exploraremos más petróleo ni gas es una mala decisión. No aporta como lo hemos dicho a reducir las emisiones. Colombia seguirá teniendo vehículos y transporte; en el mejor de los casos, nos limitaremos a importarlos, generando las emisiones de su producción en otra parte, pero perdiendo también los empleos que se generan, los recursos que aportan a las rentas nacionales.

La exploración y explotación de petróleo y gas solo produce el 3,74% de las emisiones de CO2 del país. Esto equivale a menos del 0,046% de las emisiones en el mundo. Tiene que ver con que nuestra energía es mayoritariamente hidráulica, 68%, que no emite GEI. Colombia tiene la sexta matriz energética más limpia del mundo.  Solo emitimos el 31% de nuestra energía con térmicas, de las cuales 43% viene del gas.

El gas ha sido considerado un combustible de la transición energética; pues para el mundo es claro que no podemos saltar de un solo salto a las energías limpias. El gas emite 40% menos emisiones de CO2 que el carbón y un 25% menores que combustibles líquidos.

No se entiende entonces porque este Gobierno también busca estigmatizar el gas. Si Colombia se queda sin gas, para completar nuestra energía, había o que importar el gas -que lo encarece-, o construir hidroeléctricas -que toma mucho tiempo- o usar carbón o diésel -mucho más contaminantes-. Si la ciudadanía no tiene gas, muchos volverían a combustibles líquidos  -más contaminantes e inseguros-, y muchos otros usarían la leña que es 506% más costosa, y causa mil muertes al año.

Colombia es un país autosostenible en gas y petróleo. Tenemos reservas potenciales de gas para 100 años. Si no producimos gas necesitaríamos 1.900 millones de dólares en importaciones en 2036, y si no producimos petróleo necesitaríamos otros 10.000 millones de dólares. ¿De dónde los vamos a importar?

Venezuela en los dos últimos años ha tenido un exceso de producción de gas. ¿Quiere Petro financiar la dictadura comprándole esa sobreproducción? Hay que recordar que Venezuela ya incumplió cuando debió vendernos gas. Y ni que decir de lo que está pasando en Europa. Varios gobiernos dejaron las exploraciones con el discurso ambiental y empezaron a depender energéticamente de otros países. Vino la guerra y los contratos fueron incumplidos; hoy enfrentan un reto muy alto cuando el invierno se acerca y no tienen capacidad de cubrir todas sus necesidades.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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