Los hogares destinan el 44% de sus ingresos para alojamiento y servicios públicos. Es importante cambiar la participación del arriendo y convertirlo en un ahorro a largo plazo, una cuota de vivienda. En un periodo de 15 años, el 36,9% de los hogares que vive en arriendo no tendría que volver a pagar por alojamiento; pues ya tendrían vivienda propia.
Cambiar el pago mensual de un arriendo por una cuota crediticia para adquisición de vivienda es una de las mejores maneras de apoyar a las familias colombianas. Esa familia además tendrá un activo fijo que no desaparece, que le otorgará a la siguiente generación un inicio más fácil. Podría pensarse en la vivienda propia cómo una de las maneras de romper las trampas de la pobreza, pues la generación que la hereda empieza en condiciones distintas.
Tenemos que lograr igualar o hacer muy semejante, el precio del arriendo y el valor de la cuota crediticia. Así los hogares preferirán adquirir vivienda. Sin embargo, esa propuesta requiere impulso y apoyo del gobierno para muchos colombianos. Necesitamos mayor acceso al crédito, créditos más largos y, sobre todo, explorar las posibilidades de la compra subsidiada de vivienda de segunda.
Ahora bien, no sólo tenemos 58% de los hogares sin vivienda propia. Tenemos un grave retraso en la calidad de las viviendas que tienen los colombianos. Para 2020, 5.1 millones de hogares no vivían en una vivienda digna, esto es el 31% de las viviendas. El déficit cuantitativo, aquel donde las viviendas que tienen insuficiencias estructurales y de espacio negando así un entorno adecuado para vivir, alcanzó un 8% de las viviendas del país (1,3 millones de hogares). El déficit cualitativo que alude a hogares con insuficiencias en la vivienda que pueden arreglarse con ajustes o intervenciones, equivale al 23,4% (3,8 millones de hogares).
Petro sostiene que se deberían bajar los arriendos por decreto. Esta propuesta no sólo condenaría a los hogares a no tener vivienda propia, sino acabaría con el mercado de vivienda usada.
Los controles de precios son siempre un fracaso. Generan escasez, mercados ilegales y deforman los precios. Lejos de prevenir el desarrollo del mercado de vivienda debemos pensar en cómo lo profundizamos.
Lo que necesitamos es ser más creativos. En el campo, podríamos repensar los procesos de autoconstrucción, incluyendo transferencias tecnológicas para garantizar que sean sismo-resistentes. Explotar el crédito hipotecario y los subsidios de vivienda para compra de vivienda de segunda.
Además, los subsidios de vivienda deben ajustarse a las condiciones socioeconómicas de las regiones. No sirven viviendas nuevas donde los servicios públicos doblan el valor de los servicios en la vivienda en arriendo, tampoco aquellas donde las familias quedan hacinadas.
La política de vivienda también debe tener ayudas discriminadas a la diversidad de situaciones que se presentan: 3,4% de los hogares vive en una vivienda en posesión, pero sin título, y 14,6% de los hogares vive en viviendas no propias, sin pagar arriendo, pero con permiso del propietario para vivir.
Los colombianos tienen derecho a una vivienda digna y accesible. Es un problema al que debemos aplicar pues puede solventar muchas angustias sociales.