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Saúl Hernández B.   

El paso en falso de unos cadetes desconocidos, y la ligereza de sus superiores, los ha puesto en la picota pública como si el nazismo fuera peor que el comunismo.

Mientras se trata de hundir a la Policía Nacional en un escándalo ridículo por el uso de símbolos nazis en un evento absurdo realizado en la Escuela de Policía de Tuluá (Valle), y que tenía por tema la historia de Alemania, salta a mi cabeza una fotografía publicada en 2016 por la revista Semana, en la que los cuatro tolimenses que en ese momento encabezaban los órganos de la justicia, posaron ante un cuadro de Lenin en la oficina de Felipe López, por entonces propietario de esa publicación.

En la fotografía se aprecian sonrientes a Daniel Rojas, presidente del Consejo de Estado; Eduardo Montealegre Lynett, fiscal general de la Nación, quien militó en la Juco; José Leonidas Bustos, presidente de la corrupta Corte Suprema de Justicia, el Cartel de la Toga, hoy prófugo en Canadá; y Yesid Reyes, titular del Ministerio de Justicia y del Derecho de la administración Santos, quien pasó sin pena ni gloria por esa cartera. Con ellos, Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, el creador del tiránico régimen comunista soviético, acompañado del no menos célebre José Stalin, el sátrapa que sucedió a Lenin tras su muerte, un verdadero sicópata, un asesino.

El único que se salvó de semejante descrédito fue el presidente de la Corte Constitucional de la época, cualquiera que fuere, a quien probablemente no invitaron por no ser tolimense como los otros cuatro, pero quien de seguro también habría posado sonriente a pesar de conocer a la perfección los antecedentes de los sujetos de la pintura y los millones de crímenes que les son atribuibles, muchos más que los de Hitler. Y pensar que estos jurisconsultos son gente cultivada, en tanto que unos jóvenes cadetes de Policía lo poco que sabrán de ‘historia alemana’ es que Colombia les empató por allá en un Mundial con gol de Fredy Rincón.

La diferencia de reacciones es oprobiosa: la foto aquella quedó como una simpática anécdota que da cuenta del clima tolerante en exceso que dejó el negociado con las Farc en La Habana, sin importar que el comunismo sea la más grande máquina de matar de todos los tiempos, con más de 100 millones de muertos a sus espaldas, y que Lenin y Stalin fueran dos tiranuelos de la peor ralea que no representan los valores democráticos ni por equivocación, a pesar de lo cual la cúpula de la justicia de un país que se dice democrático tuvo la osadía de posar ante tan elocuente óleo sin que se oyera el menor lamento.

En cambio, el paso en falso de unos cadetes desconocidos, y la ligereza de sus superiores, los ha puesto en la picota pública como si el nazismo fuera peor que el comunismo y Hitler un peor asesino que Lenin y Stalin. Hace tiempo que los comunistas han venido lavando  su imagen a costa de su medio  hermano, el nazismo, y calificando de «fascista» todo lo que esté en la orilla opuesta, a pesar de que lo opuesto a comunismo no es fascismo sino capitalismo, aunado a ese cúmulo de libertades que el comunismo coarta como la libre empresa, el libre mercado, la libertad de cultos, la libertad de expresión, la libre circulación, la libertad de pensamiento… Bien lo decía un verdadero intelectual como Antonio Escohotado, quien acaba de fallecer. Un genio que, por honestidad intelectual, renunció al comunismo en el que militaba, negándose a seguir ayudando a sostener semejante farsa criminal.

Ahora, tratar de manchar gratuitamente a la institución policial es una canallada, pero que venga Humberto de la Calle Lombana, ese al que de joven le quitaron una beca universitaria por «subversivo», a proponer que se acabe el lema de la Policía, «Dios y Patria», demuestra que aquí sigue avanzando un proceso de demolición de las instituciones y las costumbres para dejar inerme a la sociedad. De ahí que la inefable Corte Constitucional hubiese pisoteado su propia jurisprudencia para sacar de la chistera un fallo en contra de quien ha sido la piedra en el zapato de todos esos que harían fila para retratarse junto a la susodicha pintura, el expresidente Uribe. Esos que no comulgan con emblemas como «Libertad y orden», «Patria, honor, lealtad» o «Fe en la causa», porque su sueño es gritar a los cuatro vientos: «¡Patria, socialismo o muerte, venceremos!».

@saulhernandezb

Publicado en Columnistas Nacionales

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