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Rafael Rodríguez-Jaraba*

Se cumplieron 9 años de la firma en Bruselas del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Colombia y la Unión Europea (UE), el mismo tratado que el cabecilla de la mal llamada “Colombia Humana”, solicitara que se suspendiera para Colombia.

La aversión de Gustavo Petro por la democracia es desmedida y visceral. Su obsesión por deslegitimar el Gobierno no tiene límite ni consideración alguna, así tenga que tergiversar la verdad, desconocer el querer mayoritario de la nación y socavar su estabilidad. Petro y sus corifeos, dejaron de ser opositores del Gobierno, para convertirse en enemigos del país y animadores de su desgracia.

Pedir la suspensión de las ventajas para Colombia derivadas de la suscripción del del TLC con la Unión Europea, es un desvarío inexcusable. Petro ha dado evidencia de su incapacidad para administrar, así como de su desconocimiento de las bondades del comercio mundial. Contrario a lo que pretende Petro, la nación debe afianzar y profundizar el TLC con la UE.

Es inconcebible, que lo que algunos lograron con tanto esfuerzo, empeño y sacrificio, lo pretenda destruir el cabecilla de la banda criminal del M-19. 

De estar vivos Víctor Hugo y Winston Churchill, padres de la Unión Europea, les sorprendería la perversidad de Petro.

El poeta francés dijo: “Llegará un día en que en Europa no habrá campos de batalla distintos al del mercado que se abra al comercio y al de los espíritus que se abran a las ideas”.

A su vez el premier británico, en inolvidable discurso pronunciado en 1946 en la Universidad de Zúrich manifestó: “Existe un remedio que en pocos años podría hacer a toda Europa libre y feliz; consiste en volver a crear la familia europea y dotarla de una estructura bajo la cual pueda vivir en paz, seguridad y libertad”.

Siguiendo esas premoniciones, y gracias a los desvelos de Adenauer, Monnet, Schuman y Gaspieri, en 1957 se firmó el Tratado de Roma que selló la unión europea, depuso siglos de guerras y confrontaciones vecinales, y fundió las bases de una Zona de Libre Comercio que luego evolucionaría a Unión Aduanera.

El Tratado de Roma más que un acuerdo integracionista, fue el triunfo de la ciencia sobre la ideología. A partir de su entrada en vigencia, la economía en Europa se empezó a regir por la racionalidad científica y no por la ideología política, tal y como lo había implorado 100 años atrás David Ricardo.

Siguiendo el ejemplo europeo, a partir de 1960 en América se empezaron a suscribir acuerdos integracionistas, entre otros, ALALC, ALADI y el Acuerdo de Cartagena; pero el lento avance en estos acuerdos como consecuencia del populismo proteccionista de una clase política retardataria, terminó aplazando la integración económica en la región.

En reacción a ese letargo, Chile decidió avanzar en solitario y su decisión separatista le permitió convertirse en menos de 30 años, en una economía modelo, desvirtuando la tesis que predica, que el subdesarrollo es endémico y no episódico. Chile es hoy, la nación con mayor número de tratados de comercio suscritos, y, el “milagro” de su economía es resultado de su inserción al mercado mundial.

No en vano, el tratado más innovador y avanzado que existe, es el que Chile suscribió con la Unión Europea en el año 2002, el que permite que cerca del 60% de las exportaciones chilenas vayan al exigente mercado europeo conformado por 27 naciones.

Contrario a lo que afirma Petro, la firma del TLC Colombia-Unión Europea, nos abrió una anchurosa puerta de oportunidades que debemos aprovechar para consolidar la balanza comercial favorable que tenemos con Europa.

Pero para que este promisorio intercambio germine, es necesario conquistar mercados distintos al de los commodities, lo que exige diversificar la canasta exportable e incluir en ella productos terminados de alta calidad, de marca y con denominación de origen, listos para su uso o consumo.

También es necesario, que el Banco de la República intervenga, para que se reduzca el costo del dinero, de manera que los beneficiarios del Tratado sean los exportadores y no las abusivas instituciones financieras.

Para Victor Hugo y Winston Churchill, sería inmensa la satisfacción al ver que el sueño de la integración no solo se consolidó en el viejo continente, sino que además se extendió a otras latitudes, pero también se sorprenderían al advertir la prédica regresiva de Petro, encaminada a destruir la integración de una nación que con el acuerdo se favorece más que la misma Europa. 

Las desinteligencias, los desvaríos y los despropósitos de Petro son indecibles.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario de Derecho Financiero. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

Publicado en Columnistas Nacionales

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