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Salomón Kalmanovitz

Varias de las propuestas de Gustavo Petro son descabelladas:

1) dejar de explorar petróleo, a pesar de que, con el nivel actual de exportaciones y su elevado precio internacional, el país tuvo un déficit comercial en 2021 de US$15.425 millones (6 % del PIB), US$5.300 millones más que en 2020, o sea que se está agravando; 2) liquidar las EPS para sustituirlas por una pública que puede resultar una pesadilla burocrática; 3) hacer un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla a un costo altísimo, siendo puertos que no necesitan ser conectados porque son complementarios: uno atiende al Asia y a California, el otro a Europa y a Nueva York, pero sí está empecinado en cancelar el muy necesario metro elevado de Bogotá.

Otras ideas son aún más malas, como la de aumentar la protección a la producción nacional con el fin de generar la devaluación del peso, con lo cual “se vuelven muy caras las importaciones y resurge la industria nacional”. De hecho, el arancel encarecería las importaciones, bajaría su demanda y revaluaría el peso. Afirma engreído: “Eso nos muestra que tenemos razón en proponer un sistema arancelario inteligente”. A Petro le gustó la devaluación que colocó el dólar a $4.000 en diciembre pasado, con lo cual se encarecieron el trigo con el que se hornea el pan nuestro de cada día y todos los bienes importados que representan una quinta parte de la canasta familiar. Petro estudió Economía en el Externado, pero capó clase el día que enseñaron que la devaluación empobrece a un país por el simple hecho de que reduce la capacidad adquisitiva de su población.

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https://www.elespectador.com/, Bogotá, 14 de marzo de 2022.

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