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Luis Guillermo Vélez*

Era de esperarse: una parte importante de la siempre desubicada izquierda criolla culpa a la Otan de la invasión a Ucrania. Es como si se culpara a los ingleses y a los franceses -y no a los Nazis- del holocausto judío porque firmaron el tratado de Versalles. Según la enrevesada lógica de estos estadistas de boina, pielroja y vino caliente, Putin es una víctima de occidente, quien lo provocó a destruir a una Ucrania independiente porque tuvo la indelicadeza de aspirar a ser parte de la Unión Europea y de coquetear con la Otan, como si ser parte de ambas organizaciones representara una amenaza existencial a Rusia.

Uno sospecha que, con estos argumentos tan baladíes, la verdadera razón por la cual se inclinan por apoyar la bárbara agresión de Putin no es otra que una simpatía poco camuflada con el autoritarismo zarista del presidente ruso, sumado a un rechazo a todo lo que huela a valores occidentales.

Por que eso es lo que esta en juego en este momento y la razón por la cual lo que ocurre al otro lado del mundo nos debe importar. Los valores de occidente son las libertades individuales, la democracia, la economía de mercado y el imperio de la ley. Estos son los mismos valores que compartimos los colombianos desde la fundación de la república y los mismos que han estado incorporados de una manera o de otra en todas las constituciones que hemos tenido, incluyendo -y de manera protuberante- la actual. Son los mismos valores que no siempre hemos honrado pero que, sin duda, son aquellos a los que siempre hemos aspirado.

Putin y los otros autócratas similares -la satrapía venezolana o la dictadura cubana, por ejemplo- combaten los valores occidentales porque los consideran, en el mejor de los casos, decadentes y, más seguramente, peligrosos debido al respeto intrínseco que le otorgan a la dignidad humana, lo cual amenaza su proyecto autoritario, narcisista, imperial o lo que carajos sea que tengan en la cabeza.

Europa, sumida en un cómodo letargo por décadas, ha tenido un rudo despertar. La desfinanciación crónica de la Otan y la desnuclearización de la matriz energética fueron graves errores que ahora tocará corregir a las patadas. La historia no finalizó en 1991, infortunadamente por cuenta de Putin el prospecto de tanques rusos rodando hacía occidente es hoy más real que nunca y la única cosa que los va a detener es la amenaza creíble de que si siguen los volarán en pedazos. Esto parecen entenderlo hasta los muy pacifistas países escandinavos, como Suecia y Noruega, que decidieron en un cambio súbito de política suministrar miles de misiles antitanques a los ucranianos.

Los colombianos debemos tener claro de qué lado estamos: si del lado de occidente, con todas sus imperfecciones y errores, con su frivolidad y hasta con su ingenua arrogancia o del lado del oscurantismo fascista, ese que Putin representa tan bien, que es el del nacionalismo extremo, la intolerancia y la represión. Ese es el lado, como diría Orwell, donde la visión del futuro es una bota aplastando eternamente a un rostro humano.

*Abogado

https://www.larepublica.co/, Bogotá, 02 de marzo de 2022.

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