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El País (Editorial)   

Durante la última semana, el Eln desencadenó una ofensiva terrorista en Colombia, débil por cierto y bien enfrentada por la Fuerza Pública y los organismos de seguridad. Es la vieja estrategia de intimidar a los colombianos mediante voladuras que pretenden sembrar el desconcierto, sin conseguirlo, pero a costa de la tranquilidad de los colombianos.

Fueron varios los atentados que lograron concretarse por el grupo que hoy es uno más de los dedicados al narcotráfico. Pero fueron muchísimos más los que se impidieron por la actuación rápida de la inteligencia y de las autoridades legítimas. Y nadie en Colombia, con excepción de los acostumbrados aliados del grupo terrorista, puede decir que lograron su propósito.

Como era de esperarse, los terroristas alcanzaron a volar algunos puentes en carreteras de Santander y de la Costa o incendiar un camión que transitaba por la carretera Panamericana en dirección a Popayán. Documentos gráficos también muestran el despliegue fugaz de hombres armados en alguna vía del Chocó o la voladura de un oleoducto en lugares apartados, y no faltan las arengas y los panfletos de quienes han pretendido sembrar el miedo y presentarse de nuevo, como siempre lo han hecho durante cincuenta años, como “defensores del pueblo”.

Pero nada lograron con su supuesto paro armado. Por el contrario, incrementaron el rechazo clamoroso de los colombianos contra su violencia, la que pretendieron mostrar como una acción política para encubrir lo que hoy es su razón de ser: el narcotráfico, el afán de enriquecimiento mediante toda clase de delitos y su sórdida relación con la corrupción que los protege en Venezuela, en especial ahora que se han enfrascado en una guerra a muerte por las rutas que llevan la cocaína al país vecino y luego a los mercados consumidores.

Y entretanto, el gobierno de Cuba se empeña en brindarles protección y seguridad a quienes desde su territorio ordenan y respaldan el terrorismo que sus subordinados desataron en Colombia, alegando para ello que lo hace en virtud de unos diálogos que hace cuatro años terminaron sin empezar. Es probable que su solidaridad revolucionaria lleve a los gobernantes cubanos a pensar que no están protegiendo a un grupo de narcoterrorismo, lo cual les está haciendo ganar el rechazo de la comunidad internacional.

Hoy, y no obstante los daños ocasionados por los pocos ataques que el Eln logró perpetrar en su ‘paro armado’, Colombia le debe un reconocimiento a sus autoridades y en especial a la Fuerza Pública por la respuesta efectiva que logró para impedir la oleada terrorista que los cabecillas de ese grupo habían anunciado. Y quedó en evidencia que lo ocurrido no es más que el narcoterrorismo resucitado ahora por quienes pretenden mostrarse como defensores de una causa política para ocultar sus evidentes relaciones con el crimen que gira alrededor del tráfico de drogas ilícitas.

Por todo ello, no es esta la hora de responder con llamados al diálogo o a negociaciones políticas avaladas por la comunidad internacional con quienes usan el terrorismo para extorsionar a Colombia y proteger el narcotráfico.

https://www.elpais.com.co/, Cali, 27 de febrero de 2022.

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