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Chile no puede ser el laboratorio de los marxistas más tóxicos

Denis Mikolajczak* 

La victoria de Gabriel Boric en las presidenciales chilenas fue saludada casi unánimemente en Hispanoamérica y en el resto del mundo.

Para los jefes de Estado latinoamericanos, como el presidente colombiano Iván Duque, o para los jefes de gobierno del mundo libre, fue una forma de reconocer la sinceridad del escrutinio y de incitar al joven mandatario electo --quien asumirá el cargo el 11 de marzo-- a mantener la cooperación y las buenas relaciones con los respectivos países.

En cambio, para los tiranos marxistas que oprimen y corrompen a Cuba, Venezuela y Nicaragua, el saludo es de otro calibre. Igual ocurre entre los padrinos geoestratégicos y comerciales de éstos: el Kremlin, Pekín, Teherán y Ankara. Lo mismo se podría decir de los pseudo-ecologistas, de las feministas “interseccionales”- LGBTQI +, sin olvidar los compañeros de viaje del actual Vaticano, de los secuaces del Foro de Sao Paulo y de los adictos del “socialismo del siglo XXI”.

La Habana se regocija ante la perspectiva de poder atrapar, de nuevo, en sus anillos socialistas, a Chile para devorarlo mediante sus políticas de regresión social, escasez crónica, tercer-mundialización económica y destrucción de las libertades fundamentales.

A Pekín se le hace agua la boca al pensar en la riqueza mineral del subsuelo chileno –sobre todo el cobre- y en la larga costa chilena del Pacífico. Ven esa geografía un nuevo punto de apoyo marítimo y un terreno donde podrá desafiar a sus competidores y adversarios norteamericanos y europeos, así como a los australianos, japoneses y taiwaneses.

Todo esto, obviamente, hace parte de un “juego limpio”, donde se mezclan intereses Comerciales, geopolíticos y geoestratégicos que tienen su propia lógica, aunque eso moleste a los demás.

Pero hay una tercera categoría, que incluye cierta izquierda internacional, europea y, en particular francesa, a la que le gustaría volver al viejo juego perdido en Chile hace casi medio siglo, en la época del difunto presidente “progresista” y marxista Salvador Allende (1908-1973).

En lugar de dejar en paz a los manes de esa adversidad, escondidos entre la Brújula y el Cuadrante del “Gran Arquitecto del Universo” y la Estrella Roja con la hoz y el martillo de Marx, Engels, Lenin y el “Che” Guevara, esta izquierda europea y, en particular, francesa --que no es toda la izquierda francesa ni toda la europea-- y sin duda la más vieja de ellas, pero no solo, quieren que el joven presidente Boric “vengue” a Allende y gane el match de los “obreros socialistas” contra los “capitalistas imperialistas”, más de medio siglo después, como si Chile, Hispanoamérica y el resto del mundo hubieran quedado estancados y congelados ante la espera de la venganza histórica del  “campo socialista” sobre el “campo imperialista”.

Realmente, no es hacerle un favor a Gabriel Boric asignarle el papel de vengador sin máscara de Salvador Allende y de su “Unidad Popular”, así como de Pablo Neruda, Violeta Parra, Víctor Jara y de los indígenas “mapuches”.

Boric fue elegido sólo por el 30% de los que podían votar, situación de la que él parece consciente pues invitó al “diálogo” a sus opositores y a los abstencionistas, en su primer mensaje como presidente electo.

El propio Allende, durante la elección presidencial de septiembre de 1970, quedó en minoría (obtuvo solo 36% de los votos), de suerte que su elección tuvo que ser negociada en el Congreso. Gracias al apoyo que logró del ala cristiano-demócrata, liderada por Radomiro Tomic, quien traicionó a sus electores, Allende pudo ser reconocido como presidente electo.

El gancho para lograr la quimérica “unidad popular” fue, en ese momento, la reconciliación “progresista” de los prelados católicos (el cardenal Silva Henríquez), con la masonería (la de Allende) y con los apparatchiks marxistas (Altamirano, Almeyda, Corvalán).

En Francia, el nuevo líder del Partido Socialista de ese momento, François Mitterrand (1916-1996), quien todavía no había sido elegido presidente, viajó a Chile al frente de una delegación de su partido en el otoño de 1971 y se reunió con el presidente Allende. Regresó a Francia como iluminado por una revelación: la vía chilena al socialismo debía inspirar la vía francesa hacia el socialismo.

Pero dos años después, cuando la experiencia chilena terminó en la inevitable catástrofe, Mitterrand no cesó de insistir en las diferencias franco-chilenas que hacían imposible copiar dicho modelo.

Para Chile, para su pueblo y hasta para el joven presidente, deseamos un resultado diferente al de Salvador Allende.

*Denis Mikolajczak es licenciado en Derecho de la Faculté de Droit d'Aix - en - Provence, y ex secretario de la dirección técnica de la editorial Presses Universitaires de France.

Para Colombian News, 22 de diciembre de 2021.

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