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María Elisa Uribe*    

La mayor contradicción que suscita la demolición del Monumento de los Héroes por parte de la alcaldía es su ejecución, literalmente sin contemplación, fue la sorpresa y falta de previa explicación a la ciudadanía, en contravía con su tradición y valores que la unen como Nación.

No fue políticamente correcto, como se le llama a algún acto que no necesariamente tiene efectos legales, realizarlo luego de las amenazas latentes que ostentan hoy las estatuas y símbolos patrios, como también lo han sido el respeto a la misión y la institución de la Fuerza Pública, bajo un desconocimiento de nuestra memoria y formación de sociedad.

Más allá de las razones aprobadas por un Concejo para la construcción de la primera línea del metro, no podía darse la impresión de tumbar un monumento como si este no tuviera un significado impreso, no sólo en los bogotanos sino también en toda Colombia.

Menos aún podía caerse en una especie de manipulación del Bolívar Ecuestre, de El Libertador, como si se tratara de un símbolo desteñido. Moverlo de sitio implicaba necesariamente hacerlo con altura y delicadeza, de cara a la ciudadanía. Por fortuna y gracias al legado de las administraciones anteriores, es obligación su conservación y protección como parte del patrimonio histórico cultural de la nación.

La estatua ecuestre de Bolívar es creación de Emmanuel Frémlet hacia el año de 1910 y el monumento hace memoria a los soldados de los distintos ejércitos que participaron en la independencia de los países bolivarianos en estricto, en alusión a las batallas de Boyacá (1819), Carabobo (1821), Bomboná (1822), Pichincha (1822), Junín (1824) y Ayacucho (1824), motivo por el cual se elevaran las banderas de sus respectivas repúblicas.

En otras ciudades, como Lima o Madrid, aún en momentos de recesión, se palpa indistintamente, sea cual sea la tendencia ideológica de los gobiernos, un especial aprecio por sus monumentos, por su restauración.

Por un lado, se habla de la Memoria Histórica y por otro lado los monumentos a los “Héroes” de la Nación los traspasan las grandes obras de infraestructura o el vandalismo, bajo una administración distrital que podía restaurarlo o trasladarlo con pinzas y poner la creatividad arquitectónica o de ingeniería y enhebrar una historia de traslado conocida por la comunidad, donde se recordaran, entre otras, la motivación de su construcción.

Se trataba incluso de tener coherencia con la reciente celebración del Bicentenario de la independencia. Esperamos el debate no se quede en palabras y Bogotá recobre su monumento con toda la altura que lo merece.

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

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https://www.elnuevosiglo.com.co/, Bogotá, 27 de septiembre de 2021.

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