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Alfredo Rangel*      

Para superar su debilidad autoinfligida, el Gobierno debería replantear su política.

La política de ‘paz total’ del gobierno Petro va de tumbo en tumbo, en medio de una situación de inseguridad desbordada y sin control en muchas regiones del país. El comisionado de Paz no da pie con bola en la dirección de una política mal diseñada y peor implementada, donde prima la improvisación, el desgreño y la displicente vanidad. Para corregir el rumbo de nada han valido las admoniciones, los buenos concejos y las recomendaciones de buena voluntad de muchos exfuncionarios, académicos, periodistas, políticos y militares curtidos en el largo trasegar entre la violencia y la paz que ha vivido el país.

Entre el equipo de paz del Gobierno cunde el adanismo que cree que estamos en el primer día de la creación. Desprecian las experiencias de más de ocho procesos de paz exitosos que hemos vivido en las últimas cuatro décadas. Cometen errores casi infantiles, de puros primíparos, que a estas alturas del partido resultan absolutamente imperdonables. Decretar simultáneamente cinco ceses del fuego unilaterales, sin haber establecido previamente las condiciones y los protocolos con cada uno de esos grupos, incluso sin haberles avisado anticipadamente a algunos de ellos; ordenar la suspensión de las operaciones de búsqueda y captura de muchos jefes de grupos mafiosos, sin que hubiera un marco legal previo que lo hiciera posible; suspender unilateralmente las acciones ofensivas de la Fuerza Pública contra esos grupos, sin que estos se hubieran comprometido previamente a suspender todas sus acciones criminales; darles reconocimiento político a quienes son puros narcotraficantes y delincuentes comunes; comunicarles que, hagan lo que hagan, por ninguna razón el Gobierno se levantará de la mesa; anunciarles a esos grupos armados, que viven del narcotráfico, que no habrá extradición, ni erradicación forzosa ni mucho menos fumigación de cultivos ilícitos; tranquilizarlos garantizándoles que no habrá más bombardeos a sus campamentos ni acciones ofensivas de la Fuerza Pública en su contra si hubiera alguna sospecha de que en sus filas hay menores de edad, con lo cual se ha disparado el reclutamiento infantil…en fin.

En semejantes circunstancias, sin una estrategia clara ni de negociación ni de seguridad, el Gobierno se ha puesto a sí mismo en una patética situación de debilidad.

Como si todo lo anterior fuera poco, el Gobierno se desvive por hacerle gestos de cortesía, trato delicado y muestras de consideración a esos grupos criminales. En efecto, luego de que Petro ante un auditorio militar señalara los intereses de todos esos grupos en las economías ilegales y su falta de ideales políticos, el Eln se dio por aludido y se “delicó”, poniendo en “pausa” los diálogos con el Gobierno. Ante esa situación el Gobierno corrió a decirles que tranquilos, que no se ofendieran, que eso no era con ellos, que no faltaba más, que el Gobierno les ratificaba su naturaleza política y altruista para continuar las negociaciones políticas en La Habana. Y luego de que Petro suspendiera el cese del fuego con las disidencias de las Farc por el asesinato de cuatro niños, y estas anunciaran que arreciarán la violencia, el comisionado de Paz, para tranquilizarlas, les envió una carta melosa y genuflexa reconociéndoles a esos criminales “sus compromisos con la vida (…), respetando la vida de seres humanos y de los bosques”, además de calificar el reclutamiento de niños como meros “errores” y no como crímenes de lesa humanidad, entre otras linduras. Todo para terminar invitándolos muy cordialmente a iniciar la mesa de conversaciones políticas con el Gobierno.

En semejantes circunstancias, sin una estrategia clara ni de negociación ni de seguridad, el Gobierno se ha puesto a sí mismo en una patética situación de debilidad que incita a esas bandas a fortalecerse, ampliar su presencia territorial, aumentar el reclutamiento, robustecer su armamento, incrementar el control de las poblaciones, extender la extorsión, incidir en la elecciones regionales y multiplicar todas sus rentas ilícitas, tal y como lo ha denunciado valientemente y con pruebas fehacientes el gobernador del Meta.

Para superar su debilidad autoinfligida, el Gobierno debería replantear su política. Pero la debilidad solo se contrarresta con contundentes demostraciones de fuerza que les envíen a esas bandas un mensaje claro sobre las consecuencias desastrosas que tendrían que soportar si no se desmovilizan. El Gobierno ya les ha dado mucha zanahoria, ahora tendría que demostrarles que su garrote es mucho más grande que su zanahoria. Lamentablemente no vemos en el Gobierno ni la determinación ni la capacidad de hacerlo.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 25 de mayo de 2023.

Publicado en Columnistas Nacionales
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