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William Zambrano C.

Hace apenas unas semanas muy pocas personas habían oído hablar de este personaje. Hoy es una figura mundial que interactúa diariamente con los grandes líderes occidentales, cuyos discursos son seguidos por millones de internautas, y cuyos mensajes no cesan de resonar en las plazas de muchas ciudades llenas de manifestantes que rechazan la invasión a Ucrania y la vil masacre de ese pueblo.

Ha sido el primer líder extranjero en recibir una ovación de varios minutos en la Cámara de los Comunes en Inglaterra, igualmente es de los pocos que, más allá de las diferencias ideológicas propias de la democracia, ha logrado la aclamación unánime del parlamento europeo, y ha visto atendida una solicitud de ingreso excepcional de su país a la Unión Europea.

Se trata del mismo personaje que debió lidiar con las indebidas presiones ligadas a los intereses electorales del entonces presidente Trump, y que ahora enfrenta la furia asesina de una guerra cínicamente llamada “operación especial” ideada por el megalómano Vladimir Putin. En ambos casos ha sabido responder con dignidad y valentía.

Es posible que muera, víctima de un atentado, o de un bombardeo sobre la zona de gobierno de Kiev que se ha negado a abandonar. Tiene ínfimas posibilidades de vencer militarmente, pero, como muchos lo han señalado, ya ha logrado la victoria moral y política; y así quedará registrado en la historia. Su causa desborda ampliamente la defensa de la investidura de presidente que, por abrumadora mayoría, y luego de una sorprendente gesta democrática, le otorgaron sus conciudadanos. Él ha sabido encarnar y animar la resistencia del pueblo ucraniano ante la infame agresión de su territorio, y representar la entereza de una nación que, hoy más que nunca, ha demostrado existir.

Frente al enorme poder de destrucción de las armas del Kremlin, el presidente de Ucrania apela a la solidaridad, a la capacidad y al valor de sus compatriotas para resistir. Frente a la ley del más fuerte, Zelenski invoca la fuerza de la razón y del derecho. Por ello además de reclamar de occidente el material bélico para defenderse, y la imposición de sanciones a su oponente, exige que se hagan respetar las reglas mínimas de la guerra, del derecho internacional y de los derechos humanos. Y acude a los organismos y cortes internacionales para denunciar la utilización de armas prohibidas, así como el bombardeo de los hospitales, de los barrios residenciales, de la muerte de niños y de civiles indefensos, y hasta la pantomima que ha montado el ex miembro de la KGB, sobre la existencia de laboratorios secretos para justificar la futura utilización de armas químicas.

Como el mismo Zelenski lo señala, “la guerra no es solo una oposición militar…, también es una batalla feroz en el espacio informativo”. En ese campo igualmente ha logrado resistir los embates de los miles de soldados informáticos, que por cierto llevan años interfiriendo e intentando debilitar las democracias en todo el mundo. Solamente que los eufemismos en la propaganda de Putin han resultado tan groseros e inconsecuentes con los hechos, que a pesar de la magnitud del aparato de desinformación que este ha desplegado, no ha logrado contrarrestar lo evidente: hay un pueblo ucraniano digno, guiado por un líder que ha sabido encarnar su derecho a vivir de acuerdo con sus propias creencias, tradiciones y libertades.

@wzcsg

https://www.elnuevosiglo.com.co/, Bogotá, 14 de marzo de 2022.

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