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Fernando Cepeda Ulloa

Muy esperadas. La fecha de un encuentro formal entre el presidente Biden y su homólogo, Iván Duque Márquez. La relación Biden-Duque tenía antecedentes, por ejemplo a raíz de la reunión de Concordia en Bogotá, cuando ya Iván Duque era presidente electo y había designado algunos de sus ministros. Y, luego, una amable carta que el presidente Biden envió y comenté en esta columna. Y, la otra fecha, la de las elecciones de Congreso, esta vez subestimadas por la presidencialización del proceso electoral. Por fin, contaremos con datos útiles para la campaña presidencial que tiene su primera etapa el 29 de mayo.

No es irrelevante la fecha que escogió el presidente Biden para esta crucial conversación. Es un respaldo significativo a la democracia colombiana y a su tradición más que bicentenaria. Es una remembranza de los 200 años de nuestras relaciones diplomáticas, un ejemplo de amistad, cooperación y alta solidaridad en momentos claves para ambas naciones. Un caso ejemplar. Y en un momento clave de la situación internacional no solo por los efectos de la pandemia sino por la inaceptable invasión de Rusia a Ucrania. Es que para muchos analistas estamos viviendo el comienzo de un nuevo orden internacional para superar el construido al finalizar la Segunda Guerra Mundial, modificado con ocasión del triunfo del capitalismo al terminar la Guerra Fría (1989-91).

Ha quedado a la vista de todos la impotencia de la ONU, creada precisamente para garantizar la paz y la seguridad, para evitar la guerra.

La inutilidad del Consejo de Seguridad es chocante, por decir lo menos.

Y, claro, de la ONU misma, porque este escenario de guerra en el corazón de Europa era más que previsible y era apenas obvio que ese tema requería una atención permanente por parte de ese organismo multilateral, con el solo objetivo de evitar una confrontación militar tan desigual como la que estamos sufriendo todos, porque no hay manera de ser ajenos a semejante brutalidad.

Sabemos que esta deplorable guerra tiene efectos globales y, muy específicos, en Colombia, como lo han señalado analistas tan respetados como Carlos Malamud, del Real Instituto Elcano en Madrid, o Evan Ellis, en Washington, en razón de la estrecha asociación entre Venezuela y Rusia. Y no son menos preocupantes las posturas adoptadas por Cuba, Nicaragua, Bolivia. Un asunto inescapable en la conversación Biden-Duque. La ley que reconoce a Colombia como Aliado Estratégico, por fuera de la Otan, deja bien en claro que, como nunca, la relación bilateral ha alcanzado un altísimo nivel de confianza y cooperación.

Lo que se diga sobre esta reunión-cumbre es poco ante la dinámica de este nuevo estatus que Colombia puede alcanzar. Ojalá el resultado de este inédito proceso electoral no eche por el suelo un logro de tanta dimensión, históricamente, para hoy y para el futuro. No se habla así, pero Colombia hoy tiene unas oportunidades nunca anticipadas para impulsar su desarrollo económico, social, político, si sabe aprovechar apropiadamente las inusitadas ventajas que la nueva situación global le está ofreciendo.

Ya en la etapa final de su administración, el presidente Duque consolida -y de qué manera- la relación bilateral más importante de nuestra política exterior. En nada quedaron tantas elucubraciones superficiales sobre este tema. Jamás se había logrado ese nivel, el más alto posible. Un importantísimo legado.

https://www.elpais.com.co/, Cali, 11 de marzo de 2022.

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